
La siguiente carta fue enviada a quien me pastoreó durante 10 años en la Iglesia Evangélica Pentecostal de Ñuñoa, un 24 de enero del 2018. Fue escrita a modo de testimonio y tranquilidad de consciencia, a razón de la precariedad doctrinal que constantemente escuché de varios predicadores de la comunidad. Sigo pensando básicamente lo mismo, aunque la crisis doctrinal y de disciplina interna son más patentes que nunca, y me terminan alejando irremediablemente de la corporación. La situación actual de la IEP continúa arrastrando a muchos feligreses, a los linderos de la ignorancia evangélica protestante.